La Barriada/Martín Aguilar/Un hombre de dos caras

En 2017, luego de perder la encuesta interna de Morena para candidato a jefe de Gobierno de la CDMX, Ricardo Monreal entró en depresión y se retiró un tiempo para curar sus heridas, hasta que las circunstancias lo llamaron de nuevo a escena.

 

La alianza integrada por el PRD, PAN y MC lo buscó para que fuera su candidato a la capital, aprovechando el alejamiento con Andrés Manuel López Obrador. El PRI había decido irse solo —después se sabría que con Mikel Arriola—, pero desde Los Pinos apoyaban al zacatecano.

 

Quien en un principio se oponía a ello era Miguel Ángel Mancera, entonces jefe de Gobierno del DF, que no estaba del todo convencido de darle la candidatura a Monreal porque sabía que era como darle un pase directo a la Presidencia de la República en 2024. El equipo de Enrique Peña le dijo a Mancera que si lanzaban al exgobernador de Zacatecas, ellos se encargarían de que el PRI se sumara y le meterían todos los apoyos para que ganara. Después de tantas dudas, en enero de 2018 Mancera llamó a Monreal para hacerle la propuesta.

 

Como ya se había hablado mucho de que el zacatecano estaba siendo buscado por la alianza y que seguramente con él a la cabeza ganarían la capital, López Obrador se inquietó y buscó a su exaliado para hacer las pases, y si bien no le dio la candidatura a la capital, le ofreció el Senado.

 

Del lado del senador dicen que cuando la alianza le dio el sí a la candidatura por la CDMX, él ya se había comprometido con Andrés Manuel y tenía que cumplir su palabra; en la alianza dijeron que Monreal los usó para obligar al tabasqueño a reintegrarlo en una buena posición.

 

La historia parece repetirse, pues una vez más el senador es despreciado por la 4T y entonces empieza a coquetear con la alianza, que incluso lo vio como uno de los probables candidatos a algo importante.

 

Las cosas se le empezaron a acomodar —para eso se pinta solo— y de nuevo López Obrador se inquieta porque su pieza importante en el Senado se le subleva y, lo que es peor, le pone freno a su plan B de reforma electoral, luego de que la iniciativa para desaparecer el INE fracasó.

 

Eso hizo que de nuevo fuera invitado a la mesa de la 4T, incluso después de que había anunciado una gira nacional con el panista Santiago Creel y de recibir públicamente la adhesión de Los Chuchos del PRD, que si bien ya no son mucho, el emblema aún aporta algo.

 

Dijo que ninguna reforma electoral pasaría y cuando le llegó la minuta de San Lázaro con el plan B, advirtió que estaba plagada de errores y que la mandaría a comisiones, y que ahí podría tardar un buen rato.

 

El Presidente lo volvió a buscar para que le sacara las castañas del fuego y de repente su actitud beligerante hacia Palacio Nacional cambió y las reformas empezaron a caminar.

 

Hoy, los opositores hablan de que, una vez más, el senador los utilizó para presionar a López Obrador y ponerlo contra la pared con este tema, del que ahora les está ayudando a salir. Pero prefieren esperar.

 

Si Monreal cumple a la alianza, se pone en una situación de privilegio ante la ciudadanía; si no, se pone en situación ventajosa en Morena. Como quiera, él ya ganó. 


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