La Barriada/Martín Aguilar/El Poder corrompe

En el límite de los excesos el presidente Andrés Manuel López Obrador arrodilló al Senado, institución que tiene sus orígenes desde le época romana.

 

La integración del Senado -que en su mayor esplendor llegó a 900 miembros- incluía jefes, hombres viejos y sabios, que tenían la función de administrar la justicia, legitimar y socializar el poder.

 

Desde la antigüedad, en cierto modo fue contrapeso a las decisiones de poderosos emperadores como Tiberio, Calígula, Nerón, Adriana o Cómodo.

 

En la mayoría de las veces las relaciones eran difíciles, lo que llevó a la persecución y asesinato de senadores.

 

El tema viene al momento por hechos que el pasado viernes sacudieron la República y que se pensaban superados.

 

Fueron varios momentos con mensajes de fondo que solo se explican por acciones y actitudes antidemocráticas y autoritarias.

 

Primero, López Obrador llevó a 64 senadores de Morena y aliados a Palacio Nacional.

 

Esto ocurrió mientras la oposición adoptaba una férrea defensa de la democracia, y exigía el cumplimiento del acuerdo para designar a un integrante del INAI.

 

López Obrador sentó a los legisladores en la primera sede de la Cámara de Diputados, que abrió sus puertas en 1829, y donde se discutió y juró la Constitución de 1857.

 

Es claro el primer mensaje: el poder absoluto lo detenta el presidente, que se asume como jefe del Ejecutivo y al mismo tiempo del Legislativo.

 

Así es como se explica la rabia en contra de la presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), Norma Piña, a quien seguidores de López Obrador la hostigan sistemáticamente en el exterior de la institución.

 

El otro mensaje: un aparente control de su propia sucesión. Sentó a su derecha al secretario de Gobernación, Adán Augusto y al canciller Marcelo Ebrard.

 

Del lado izquierdo al coordinador de los senadores de Morena, Ricardo Monreal y a la jefa de gobierno, Claudia Sheinbaum.

 

Y como la forma es fondo. Con ello les dejó en claro quién manda, decide y ejerce el poder del Ejecutivo, del Legislativo y de la política al interior de su partido.

 

De ahí los legisladores salieron gustosos. Con la línea clara. Monreal ya no tenía opción de jugarle al trapecista, ni que los divididos senadores afines a sus contrincantes lo desobedecieran.

 

Llegaron al recinto de Xicoténcatl para intentar burlar a la oposición que tomó la tribuna en el coloso de Reforma e Insurgentes. Pero se llevaron la sorpresa que la senadora Xóchitl Gálvez se había encadenado al centro de la mesa directiva.

 

Los morenistas no vieron mayores obstáculos. Habilitaron tablones en el patio del recinto, donde se ubica la estatua del ilustre Belisario Domínguez, quien ofrendó su vida al oponerse al régimen de Victoriano Huerta llamándolo carnicero de la nación.

 

Plenos ignorantes del patriótico contenido del discurso de Belisario Domínguez, el 23 de septiembre de 1913, los legisladores de Morena y aliados, procedieron a socavar al Senado.

 

Sin discusión, sin la presencia de los partidos de oposición, sin los medios de comunicación y en total desaseo, aprobaron 20 reformas a un ritmo de 10 minutos cada una. No hubo ni un gramo de democracia.

 

Toda la sesión del viernes 28 de abril es factible de impugnarse e incluso, invalidarla. 


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