La Barriada/Martín Aguilar/Todo cae por su propio peso

A pesar de que Marcelo Ebrard acusa a Miguel Ángel Mancera de haberlo traicionado, después de que el hoy canciller lo apoyó para que en 2012 fuera su sucesor en el Gobierno del Distrito Federal, la historia que se cuenta sobre el tema es muy distinta.

 

Dicen que Marcelo se inclinaba por Alejandra Barrales como su sucesora, pero que el fallecido Manuel Camacho Solís le dijo que apoyará a Mancera, que era el preferido de Andrés Manuel López Obrador para retener la capital.

 

A regañadientes Ebrard aceptó las preferencias del tabasqueño, que había decidido para sus adentros buscar por segunda ocasión la Presidencia de la República, y quería un candidato que le generará la mayor cantidad de votos en el DF.

 

Para cumplir con la instrucción, el jefe de Gobierno aplicó a Barrales la clásica: "Ya te la sabes, la encuesta dice que Miguel es el bueno". No le importó que, como lideresa de la Asamblea Legislativa, Alejandra le hubiera cedido incluso el control de los usos de suelo en la capital.

 

Destrozó el corazón de la exlideresa de las trabajadoras del aire, y ayudó a crear una figura de rockstar para Mancera, que creció al grado de que es el candidato más votado en la historia de la capital del país, por arriba incluso de López Obrador.

 

Marcelo se sentía dueño de Miguel —como le decían—, a quien maltrataba públicamente desde que le dio la Procuraduría de Justicia del DF. Creyó que lo seguiría mangoneando, y por eso no se preocupó en tapar nada de lo que hizo y deshizo hasta 2012.

 

Además de actuar como líder del incipiente Cártel Inmobiliario del DF, junto con Mario Delgado la hicieron de magos para desaparecer recursos de la Línea 12 del Metro, cuyo costo dispararon.

 

La obra no hubiera sido concluida si no es porque el odiado Felipe Calderón le inyectó recursos del presupuesto federal, para cumplirle a Marcelo su caprichito de inaugurar la llamada Línea Dorada, plagada de graves irregularidades.

 

Tantas que Mancera, en compañía de un diputado federal del PRD, recurrieron al entonces presidente del Tribunal Superior de Justicia del DF, Edgar Elías Azar, para frenar el alud de demandas que constructoras y proveedores del Proyecto Metro estaban por judicializar.

 

Haciendo circo, maroma y teatro salvaron el pellejo a Ebrard y Delgado, pero llegó el momento en que tuvieron que ponerles freno. Mario se salvó porque el PRD le regaló el lugar que le correspondía en el Senado a Víctor Hugo Lobo, ex delegado en GAM.

 

Marcelo aprovechó su linaje francés para autoexiliarse en París, donde acumuló un gran rencor en contra de Mancera y su equipo cercano. 

 

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