Un actor malo, un filme que rompe lo cotidiano y lo abismal

Rebeca Marín

 

En 50 o dos ballenas se encuentran en la playa, Jorge Cuchí ya había mostrado su interés por circunstancias límite, que rompen lo cotidiano y abisma a sus personajes en los filos de la ética y su integridad. En Un actor malo el director se incorpora a los debates de la era #MeToo e imagina a una filmación que se paraliza desde la agresión que sufre Sandra por parte de Daniel, su compañero de escena. Momento tan breve, tan ambiguo, que dispara la especulación y el suspenso. ¿De verdad Daniel violó a Sandra? ¿Por qué no creerle a ella? ¿Se puede -se debe- hacer control de daños? ¿Qué harías si estuvieras en ese rodaje? ¿Si fueras Daniel? ¿Si fueras Sandra?

 

Un ensamble actoral preciso, con Fiona Palomo y Alfonso Dosal al frente y en actuaciones poderosas, Un actor malo aborda las aristas alrededor de la agresión sexual que ocurre en un espacio de trabajo. Y provoca preguntas incómodas sobre el abuso, el consentimiento, la victimización y las zonas pantanosas que hay alrededor de una acción abusiva o ventajosa.

 

Un actor malo estrena el 4 de abril en salas de todo el país. Platicamos sobre Jorge Cuchí sobre este ejercicio que transita por la denuncia, el suspenso, la concientización y una puesta en escena quirúrgica. 

 

Un actor malo aborda el tema del abuso sexual en espacios de trabajo, en específico en una filmación. ¿Cuál fue el disparador para esta historia?

 

Se debe a una entrevista que leí sobre Maria Schneider, ella declaró que durante el rodaje de El último tango en París se sintió violada durante la escena en la que Marlon Brando le untaba mantequilla en sus partes íntimas. Después el director Bernardo Bertolucci declaró que esto se hizo con la intención de obtener una incomodidad real por parte de la actriz: humillación, indignación y rabia real, y que no se arrepentía, porque son el tipo de cosas que tienen que hacer en ocasiones las actrices y los actores en un rodaje.

 

En 2013 había una conciencia diferente de las cosas. A partir del #MeToo la gente no lo hubiera esperado para pedirle un autógrafo. Hubiera estado la policía para llevárselo a la cárcel, porque confesó un abuso sexual, que además está filmado.

 

Me pregunté qué pasaría si esto ocurre ahora. Y es lo que sucede en Un actor malo: hay un equipo en el set y dos actores que tienen que grabar una escena de intimidad. Al realizar el corte, la actriz dice: "él me acaba de violar".

 

Por lo común, la violación se representa de manera escandalosa: callejones oscuros, agresores explícitamente violentos. Tú la presentas con una sutileza que da pie a ambigüedades y puntos de vista encontrados.

 

Dejé atrás al violador serial y me concentré en un escenario íntimo. Dejamos un lugar a la sospecha, quise generar esa incertidumbre de creerle a la víctima o no. De hecho la actuación es de esos trabajos que permite que algunos colegas simulen momentos íntimos. Pero actuar es un trabajo, la gente no va a tener relaciones sexuales, entonces no se vale ese tipo de conductas y de hecho ya hay coordinadores de intimidad para tratar de frenar esto, que se ha vuelto un tema recurrente.

 

Como director has sabido crear situaciones de tensión, como en 50 o dos ballenas se encuentran en la playa; en Un actor malo tienes muchas escenas que demandan mucho de tus actores ¿cómo manejas esas situaciones?

 

Hice un casting excelente, y empiezo con Fiona Palomo, porque ella es el centro de todo. A ella la conocí por la serie Control Z, le mostré el guión y quedó fascinada, porque no había tenido oportunidad de realizar algún protagónico. Después, con Alfonso Dosal, tuve la oportunidad de verlo en un clip que produjo Gael García y me quedó marcada su personalidad; además, ya lo había visto en una obra llamada Rojo, con Victor Trujillo.

 

De 50 o dos ballenas…  traje a Karla Coronado, que ya es como un amuleto para mí, también a Gerardo Trejoluna y Mónica Jimenez. Todo el elenco fue excelente y lograron una interpretación con el tono de un intercambio teatral.

 

Lo que hicimos fue ensayar, estuvimos trabajando en una sala de juntas y escuché sus sugerencias, reescribí las escenas conforme los vi interactuar. 

 

Fiona Palomo y Alfonso Dosal fueron grandes descubrimientos, transitaron de proyectos más ligeros o comerciales, a papeles que los confrontan de una manera tremenda

 

Algo que comparten Fiona Paloma y Alfonso Dosal es que tienen la estética correcta para el cine comercial, se ven muy guapos juntos. Dosal venía de hacer Huesera y cuando leyó el guión de Un actor malo quedó muy agradecido, se comprometió a estudiarlo a tal grado que podía ser el suplente de todos.

 

Fiona es una chava muy instintiva, muy inteligente. Cuando les pides una escena muy emocional, ella busca los detonadores y como si se programara, lo hace de una manera fantástica. Al final de la filmación, en su despedida, dijo que se redescubrió como actriz y se sentía rehabilitada, porque fue una oportunidad intensa y demandante.

 

La trama desarrolla una especie de "metarodaje": un staff filma a otro staff, no deja de haber un espejeo. ¿Cómo vivió tu rodaje esta película, que los aludía directamente?

 

El guión no se le comparte a todos, pero como se filmó, hasta donde se pudo, de manera cronológica, se les va revelando el tema. Recuerdo que mi segunda cámara, en una de las escenas, de repente dice: "Ay, ya entendí de qué trata". Estaba en shock.

 

Es un tema que la gente platica en las comidas, gira mucho en torno a este rollo. También resolvía muchísimas dudas. Aprendían un montón de cosas y eso se me hizo muy interesante. Hay alguna escena donde se ve una asamblea y es mi staff, todos los que trabajaban conmigo.

 

Las mujeres se conmovían muchísimo en ciertas escenas. Era una cosa muy fuerte el tema, estábamos muy compenetrados todos. 


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