La Barriada/Martín Aguilar/El peor ciego es el que no quiere ver

El Presidente Andrés Manuel López Obrador debe su llegada al cargo al gremio periodístico es al que en gran medida

 

Hay elementos de sobra para argumentar que el trabajo de los reporteros que a diario buscan información, ayudó al nacimiento de la 4T.

 

Desde hace al menos tres décadas, la oposición prácticamente no figuraba en las planas de los periódicos, en los noticieros de radio y televisión.

 

Su penetración fue gracias a la tenacidad y el trabajo informativo del periodista, que todos los días llevaba a las redacciones sus declaraciones.

 

Hábil como ha sido, López Obrador siempre buscó dar "la nota" para los comunicadores.

 

Bloqueó pozos petroleros, marchó a la Ciudad de México en contra del gobernador priista Roberto Madrazo, y se plantó en el Zócalo cuantas veces quiso.

 

Siempre tuvo cobertura informativa, aunque fuese escasa su difusión. Aún así se quejaba de la falta de apertura.

 

Cuando llegó a la jefatura de gobierno, todos los días hablaba –como hoy-. Puntuales se hacían presentes los informadores adscritos al gobierno capitalino.

 

Un escueto salón del viejo Palacio del Ayuntamiento era la oficina desde donde López Obrador se confrontaba todos los días con el Presidente Vicente Fox.

 

Es decir que todos los días, los diarios y noticieros, replicaban sus palabras, que no han cambiado ni una sola estrofa, coma o anécdota.

 

El mandatario usa el mismo mensaje y discurso desde hace 24 años. No tiene ni aporta nada nuevo. Su rivalidad es la misma y sus adversarios también: "los conservadores" y la "mafia del poder".

 

Sólo que ahora, a diferencia de su época de jefe de gobierno, la censura y el cerco informativo se aplica a los medios de comunicación incómodos.

 

A los reporteros que cuestionan al mandatario, se le acercan o le levantan la voz, de inmediato son vetados por el vocero Jesús Ramírez.

 

Los comunicadores de provincia realizan gastos infructuosos para llegar al Zócalo de madrugada, sin oportunidad de acceder a las conferencias y mucho menos preguntarle al Ejecutivo.

 

Pero existe un séquito que siempre se acomoda, porque no cuestiona. No critica, ni incomoda al político de Tabasco.

 

Es un grupo privilegiado. Eso es vox populi. Son invitados a encuentros y giras con el Presidente. Le ofrecen obsequios y le publican sin rubor.

 

López Obrador también ha polarizado al gremio. A algunos los premia –como Isabel Arvide, cónsul en Estambul- y a otros los castiga.

 

Pero no se puede quejar de falta de apertura. Su conferencia diario encuentra eco en los medios de difusión, en redes y sitios digitales. 


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