Las inundaciones no solo han paralizado la capital del país, desnudan de raíz la falta de planeación urbana que tanto requiere la ciudad.
Es un fracaso el funcionamiento de la infraestructura hidráulica, la cual necesita inversión en serio, no un curita para intentar detener una hemorragia.
Porque claro, el desarrollo integral y sostenible no vende mediáticamente, no es moneda de cambio en tiempo de elecciones, nadie habla de ellos hasta que la naturaleza pone en su justa dimensión nuestra vulnerabilidad en los espacios que hemos arrebatado al ecosistema.
El crecimiento desordenado de los últimos 40 años es exponencial, por ejemplo, la ciudad del lado poniente se acababa en el periférico, de ahí para arriba las colonias eran contadas, predominaban las áreas verdes y bosque, lo que permitía que el agua de las lluvias fuera detenida en estos sitios donde abundaba la vegetación.
Conforme ha crecido la mancha urbana y la pavimentación consume estas áreas, el agua deja de detenerse y por el contrario, escurre por las calles de manera rápida, hasta llegar a Insurgentes, baja y sigue su curso, pero la cantidad es tal que la propia infraestructura no logra soportar tanta agua en poco tiempo.
Urge una modernización profunda del sistema hidráulico, desde la ampliación y rehabilitación del drenaje profundo, la construcción y mantenimiento de vasos reguladores, hasta una gestión integral de residuos sólidos y limpieza constante de ríos y barrancas.
También debemos mirar hacia nosotros mismos y la responsabilidad que tenemos como ciudadanos, la gran cantidad de basura que se arroja a la vía pública, afecta de manera directa en la saturación de la red de drenaje.
La naturaleza reclama su lugar, y el agua busca su cauce. Encharcamientos, inundaciones, anegamientos, carros atorados en los bajo puentes, árboles y postes de luz tirados, no deben ser el paisaje cotidiano cada año.
Las lluvias son un fenómeno climático que el hombre no puede controlar, pero lo que no podemos permitir, es dejar de poner al servicio de la sociedad, la técnica, la especialización y la tecnología.
Resignarse a vivir bajo el agua no es una opción.
Y como colofón, el desastre en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM) es impresionante.
Es la muestra del retroceso de la industria aeronáutica en México con el Gobierno de Morena, y todo por una ideología sin sustento, sin fundamento, alejada del rigor que merece la materia.
El AICM con 96 años de funcionamiento desde que era el "Puerto Aéreo Central", parece cumplir un ciclo de vida útil y más si no se le ha otorgado un mantenimiento correcto, por eso la construcción del aeropuerto de Texcoco era la solución; especialistas y profesionales apuntaron como el lugar idóneo ese sitio, no era un capricho o una ocurrencia.
Pero hoy sabemos la historia, AMLO prefirió cancelar el proyecto y hacer el AIFA pese a las advertencias técnicas y logísticas que decían, no.
La realidad muestra una vez más que el autoritarismo y la falta de inteligencia emocional en el ejercicio del poder, dejan consecuencias de grandes magnitudes.
El AICM colapsa; las aerolíneas abandonadas a su suerte; el AIFA no es una solución; miles de pasajeros varados; la imagen de México por los suelos; y Andrés Manuel se fue a la Chingada
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